Siempre me ha gustado conducir pero cuando me saqué el carné no pensé que mi trabajo iba a estar tan vinculado a los coches. Tras algunos años en empresas de diverso tipo me decidí a abrir mi propio negocio. Para vender los productos de mi empresa necesito viajar todas las semanas por España. Eso supone muchos kilómetros al volante y preciso de un coche que me aporte seguridad y eficiencia.
Cuando la empresa echó a andar, la inversión fue importante y no me quedó mucho dinero para comprar un vehículo. Tenía la opción de comprar un coche nuevo, pero las cuentas no me salían y preferí no arriesgarme con ello. Si el negocio iba mal, las deudas podían ser importantes. Preferí buscar un Renault de ocasión.
¿Por qué esta marca? El primer coche que conduje fue un Clio que mi padre me cedió amablemente cuando me acababa de sacar el carné. Era un coche que mi padre había comprado de segunda mano pero con muy pocos kilómetros. Lo aproveché al máximo pero cuando creé la empresa ya no estaba en condiciones para ser mi ‘vehículo de trabajo’. No obstante, estaba muy satisfecho con el rendimiento que me había dado y seguí fiel a la marca.
A la hora de comprar un coche de ocasión, hay que fijarse muy bien en los detalles. Como dije, mi situación económica no era para tirar cohetes, así que necesitaba un vehículo de buena relación calidad/precio. El Megane fue mi primera opción. Usé tanto revistas de motor como internet para buscar Renault de ocasión. Finalmente me quedé con un par de opciones.
Uno de los Megane que vi era de un particular que al principio me dio todo tipo de facilidades. Pero cuando probamos el coche empezó a sonar un pitido algo sospechoso y el propietario echó balones fuera. No me fié. Al final me quedé con la segunda opción: un Megane con pocos kilómetros y bien cuidado.
Ese coche fue el que me ayudó en los primeros años. Le tengo mucho cariño, pero una vez que la empresa fructificó, por fin, me decidí a comprar un coche nuevo.