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Dicen que la generación Y, también conocida como Milennials, son la generación de la frustración. Fueron preparados para ser la generación más formada, con mayores conocimientos y que iba a coger el relevo de la generación X que habían abierto este camino. Fueron educados para el éxito, para competir, pero justo cuando estaban en la rampa de salida hacia ese destino, llegó la crisis que comenzó en el 2008 y que estalló con fuerza en el 2009 y que sumió a la mayor parte de occidente en una de las mayores crisis económicas desde la Gran Depresión.

Muchas de las cosas que los padres de los Milennials daban por supuestas, como estabilidad laboral o una vivienda en propiedad pasaron a ser objetivos casi imposibles para ellos. Esta crisis ocurre cuando estas personas están en la década de los veinte, esto es, la edad para sentar los cimientos de sus vidas y a muchos les marca profundamente. Una generación bien preparada, que ha invertido tiempo en su formación pero que no ve ahora el premio a sus esfuerzos. ¿Podemos culparlos por sentirse frustrados? Esta frustración unida a la inestabilidad hace que surja la ansiedad e incluso la depresión.

Y si miramos a la nueva generación de Centennials, que se han criado entre crisis económicas y cambios de valores bastante notorios, nos encontramos con jóvenes bastante inmaduros, que han sido sobreprotegidos por sus padres en muchos casos y que no encuentran motivación por nada ya que tienen, en muchos casos, la sensación de que no vale la pena esforzarse. Ven el ejemplo de lo que ha sucedido con sus padres y se sienten todavía más perdidos. Sin duda, una generación que busca su identidad y que a la que vivir en tiempos convulsos unido a la sobreprotección de la que han gozado no le ha hecho ningún favor. No han desarrollado las herramientas para luchar contra la frustración y la ansiedad y esto hace que sean candidatos a sufrirla.

Si a todo esto sumamos una pandemia, no es nada raro que los casos de personas que necesitan tratamiento ansiedad Vigo hayan aumentado significativamente. En todo esto, solo hay un aspecto positivo y es que, por fin, la ansiedad, es vista como un problema que necesita tratamiento y atención por una gran parte de la sociedad. Y ver el problema es el primer paso para poder ponerle solución.

Desde que comenzó todo esto de la pandemia mucha gente ha tenido problemas de ansiedad, pero eso es porque no estaban acostumbrados a que los encerrasen en sus casas. Y de eso puedo dar fe, la novia de uno de mis amigos tuvo que asistir a un tratamiento de ansiedad en Ourense, pero su novio y yo que estamos más acostumbrados a tener una vida más o menos sedentaria no tuvimos ninguna clase de ansiedad durante la pandemia. Personalmente a mi me entra la ansiedad cuando me intentan llevar a sitios en los que sé que van a estar abarrotados de gente y eso es algo que ya no me gusta nada. Ya antes de la pandemia las aglomeraciones no me gustaban nada pero ahora no me puedo meter en un sitio donde haya muchas personas que no conozca, si conozco a las personas de mi alrededor no hay problema el problema viene cuando son desconocidas.

Y ese es el principal motivo por el que no he querido volver a la playa desde que comenzó todo esto de la pandemia. Antes iba a la playa todos los días del verano que hacía bueno, pero es algo que ya no me llama tanto la atención, ahora en lugar de ir a la playa prefiero ir hasta un merendero que conozco y en el que no hay demasiada gente y allí puedo relajarme un rato y se suele estar bastante frescco. El problema que tengo allí ahora es que han puesto un parque infantil y los gritos de los niños se escuchan demasiado cerca, da igual a la distancia a la que estés del parque. Llevo yendo a ese sitio desde los quince años por lo que me conozco la zona bastante bien, pero recientemente han metido unas máquinas por los caminos del bosque que los han convertido en verdaderas autopistas en el bosque, me parece que se han pasado un poco abriendo los caminos, no es que esté en contra de limpiar un poco los caminos pero no tanto como han hecho. Pero es algo que no me preocupa porque la vegetación crece antes de que me dé cuenta.