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Ahora en los colegios son habituales las salidas para ver cosas o hacer actividades, pero en mi época no solían sacarnos tanto. De hecho, siempre eran las mismas salidas y los niños ya no las conocíamos de los alumnos mayores. Por ejemplo, en 3º de EGB era la visita a la central lechera, todo un acontecimiento para muchos de nosotros, ya que éramos consumidores habituales de sus productos.

En lo que a mí respecta, me preparé durante semanas para aquella visita porque yo era muy fan del chocolate (como casi todos los niños, ¿no?) y por aquella época esta empresa ya tenía en su catálogo de productos derivados lácteos con chocolate. Pero había un problema: a mí no me gustaba la leche.

Era algo un poco raro, pero yo había dejado de beber leche unos años atrás por algunos problemas intestinales, y le había cogido algo de repugnancia a la leche, hasta el punto de que me daban arcadas si la tenía que beber. Por eso estaba un poco nervioso por aquella cita: por un lado me apetecía mucho probar algo de chocolate, pero sentía miedo de estar ‘rodeado’ de leche y tener algún problema por ello. Incluso, creía que nos ‘obligarían’ a probar leche y yo sería el centro de atención por negarme… o algo peor.

Por eso, decidí hacer lo siguiente en las semanas antes de la visita a  la central lechera: intentaría superar mi animadversión a la leche. En realidad, yo ya no tenía ningún problema médico relacionado con la leche, ni ninguna intolerancia, se supone que ya las había superado, pero por el camino había desarrollado este reparo a beber leche.

El primer día que la probé acabé vomitando… pero yo no cejé en mi empeño. Supongo que siempre he sido un poco cabezota y también he tenido demasiado sentido del ridículo. Así que al final logré tomar leche sin problemas. Ya estaba listo para mi visita a la fábrica. Por supuesto, al final, nadie nos obligó a tomar nada y no hubiese sido necesario tanto ‘esfuerzo’, pero, de esta forma, volví a tomar leche sin ningún problema.