Saltar al contenido

Me resulta un poco triste recordarlo, pero la realidad es que cuando era una niña no había suficiente dinero para mi tratamiento de ortodoncia. Así me lo han explicado siempre mis padres, casi pidiendo perdón. Pero no tienen por qué hacerlo porque recuerdo bien mi niñez y las dificultades que pasamos. Y si hay que elegir entre pagar la calefacción y el aparato de la niña, cuando hay otros cuatro niños más en casa, elegimos no congelarnos en invierno. Lo entiendo perfectamente.

El caso es que el problema que yo tenía en los dientes no era el más grave, digamos que no era “de vida o muerte” pero sí era muy recomendable seguir un tratamiento que se pospuso indefinidamente. Pero una vez que yo empecé a trabajar y se fue clarificando mi carrera laboral, no dudé en consultar Tratamiento de Ortodoncia en Narón para ver de cuánto dinero estábamos hablando.

Ya sabemos que todo lo relacionado con la salud bucodental tiene un precio. A menudo nos llevamos las manos a la cabeza por el coste, pero tiene su sentido a poco que sepamos cómo funcionan los tratamientos. Estamos hablando, en el caso de la ortodoncia, de piezas exclusivas diseñadas a partir de complicados programas informáticos. No hay dos dentaduras iguales y por eso el aparato es único y exclusivo. Todo ello tiene un precio. Por eso no me “asusté” tanto cuando me hicieron el presupuesto del Tratamiento de Ortodoncia en Narón. Ya había mirado por internet cómo estaban los precios y no me resultó tan impactante.

De cualquier manera, era un coste considerable, pero para mí, a esas alturas, era algo prioritario. Sabía de las consecuencias a largo plazo de postergar definitivamente el tratamiento. Lo iba a “pagar” con la salud a largo plazo. Así que si tenía que apretarme el cinturón con otras cosas lo haría. Siempre he pensado que el dinero está para estas cosas, para la salud, y no tanto para derrochar en caprichos. Por suerte, yo nunca pude derrochar dinero en nada, y ahora que tengo un poco más, tampoco lo pienso hacer.

Aunque no he sido padre demasiado joven, por alguna razón siempre me he sentido bastante cerca de mis hijos pequeños, quizás por falta de madurez, por exceso de empatía, o por todo un poco. La cuestión es que no siento, al menos de momento, ese salto generacional que a veces complican las relaciones entre padres e hijos y que yo viví con mis propios padres. Lo bueno de esto es que no me suele costar comprender los problemas que atribulan a mis hijos, que podrían parecer poco relevantes según cómo se interpreten.

Últimamente, por ejemplo, he notado que mi hija está empezando a preocuparse por el estado de su piel porque ya está llegando a la adolescencia. Es posible que haya “heredado” los problemas que tuvimos tanto yo como su madre: ambos siempre hemos tenido una piel bastante delicada. Y como no queremos esperar a que vengan los problemas, ya tenemos planteada una primera visita a un dermatologo acné en Vigo.

¿Tal vez demasiado pronto? Quizás lo sea, pero yo prefiero prevenir antes que curar ya que yo sé también lo que se pasa. En mi caso fue de otra manera. Es verdad que eran otros tiempos y no teníamos las mismas posibilidades que ahora. Si tenías problemas de acné por aquella época, al menos en mi entorno, te aguantabas y ya pasaría. Era cuestión de mala suerte y ya está. Hoy en día lo interpretamos de otra manera. No es cuestión de suerte, sino de encontrar la causa que pueda estar detrás del problema.

En mi caso no fui cuando debería haber ido y luego ya fue un poco tarde. Cuando empecé a trabajar y me lo pude permitir yo también busqué dermatólogo acné en Vigo y me pusieron un tratamiento que fue mitigando los problemas poco a poco. Lamenté durante bastante tiempo no haber ido antes, y por eso ahora no quiero cometer el mismo error con mi hija, que no pase lo que yo tuve que pasar. Conociendo cómo ha evolucionado este sector en los últimos años, me quedo muy tranquilo porque sé que estará en buenas manos.