¡Qué bien me lo pasé de Erasmus en Suecia! Aunque todo el mundo hablaba maravillas de esa experiencia estudiantil yo soy bastante desconfiado por naturaleza. Todos contaban anécdotas la mar de jugosas sobre su vida más allá de los Pirineos pero yo estaba más interesado en cuestiones prácticas. Pero sí, lo admito, fue toda una experiencia.
Ahora que han pasado tantos años me quedan algunos recuerdos curiosos. Por ejemplo, me acuerdo de la luz de Malmö y las costumbres de los locales en relación al aprovechamiento de la luz solar. Un español, sobre todo en el sur, huye de la luz porque supone una buena cuota de grados extra. Pero a los suecos les gusta ver la luz por todas partes. Allí el tema de las persianas no tiene éxito. ¿Para qué cerrar a cal y canto las casas? Queremos ver lo que hay fuera, que la luz entre en nuestras casas.
Así como son bastantes reservados para según qué cosas, no tiene ningún reparo en que los vecinos o los que van paseando por la calle los vean en casa. No sienten que tengan nada que ocultar. Y eso me gusta. Una de las cosas que cambió mi experiencia sueca fue esta forma de vivir menos encerrado de cara al exterior. Cuando me fui a vivir solo una de las cosas que tenía claras es que no quería persianas.
Existen alternativas ideales para “suecos” como yo. Por ejemplo, el estor noche y dia, un tipo de estor perfecto para espacios como el salón. En jornadas más frías o en las que quieras tener más luz, las lamas se giran dejando entrar la iluminación y el calor. Al contrario, si hace mucho calor, se giran en sentido inverso para tapar la entrada de luz y crear un ambiente más fresco.
No es que los suecos sean un ejemplo para todo. Pero en cuanto a sus hogares, saben lo que se hacen. Ya sabemos que el mueble sueco ha conquistado todo el mundo. Y en mi hogar, sin duda, hay mucho sabor a Suecia, no solo con el estor noche y día, sino con cantidad de detalles. ¡Quién me lo iba a decir cuando llegué a Malmö siendo un jovencito!