Ingrediente habitual en sopas, purés, arroces, empanadas y suflés, la coliflor es un tipo de col (formalmente, Brassica oleracea var. botrytis) con múltiples beneficios para el organismo. Incluso la coliflor congelada para hosteleria conserva la mayor parte de su valor nutricional, pues los modernos procesos de congelación y ultracongelación mantienen intactas las propiedades de esta hortaliza milenaria, que se consume desde el año 4.000 antes de Cristo.
Una de las virtudes desconocidas de la coliflor es su alto contenido en antioxidantes (glucosinolatos e isotiocianatos, en particular) que contribuyen a la eliminación de toxinas que tienden a concentrarse en el cuerpo y que están detrás de la aparición de determinadas dolencias, además de frenar el desarrollo de las células afectadas por el cáncer. En otras palabras, el consumo de coliflor fresca o congelada nos ayuda a estar más sanos.
La ingesta de agua diaria es uno de los grandes dogmas actuales de la alimentación sana y equilibrada, consabido por todos. Sin embargo, la mayoría ignora que la coliflor es agua en un 90%, por lo que sus cualidades hidratantes son más que notables.
Esta última característica hace de la coliflor un alimento compatible con dietas y regímenes de adelgazamiento. Por otra parte, esta verdura es rica en ácidos grasos omega 3, lo que sumado a su contenido en vitamina K, la convierte en un remedio natural contra la artritis y otros tipos de inflamación. Por idénticas razones, estimula la creación de glóbulos rojos y blancos, efecto beneficioso para las gestantes.
Gracias a la presencia de altas cantidades de vitamina C, la coliflor es un perfecto aliado del sistema inmune. Igualmente, contiene ácido ascórbico y fólico, además de alicina, un compuesto químico que ha demostrado reducir la incidencia de enfermedades cardiovasculares y los niveles de colesterol en sangre. Sin lugar a dudas, una verdura muy completa que no puede faltar en la despensa doméstica.