Perder una pieza dental nunca es plato de buen gusto. Al principio, intentas disimularlo, te acostumbras a masticar por el otro lado, pero con el tiempo, la incomodidad y la vergüenza se apoderan de ti. Esa fue mi situación hace unos meses. Vivir en Lugo es una maravilla, una ciudad tranquila con gente amable y rincones preciosos, pero mi sonrisa empezaba a no reflejar la alegría de mi entorno. Sabía que tenía que hacer algo, y tras investigar y preguntar, los implantes dentales se presentaron como la solución definitiva.
La idea de someterme a un procedimiento quirúrgico en la boca, he de admitirlo, me generaba cierta inquietud. Sin embargo, la perspectiva de recuperar la funcionalidad completa y, sobre todo, la estética de mi sonrisa, me impulsó a dar el paso. Empecé a buscar clínicas dentales en Lugo especializadas en implantología. Consulté varias opciones, comparé opiniones y, finalmente, me decidí por una que me transmitió mucha confianza desde la primera consulta.
El proceso comenzó con un estudio detallado de mi salud bucal. Radiografías, escáneres 3D… Sentí que estaban tomando todas las precauciones necesarias para asegurar el éxito del tratamiento. El implantólogo me explicó cada paso con paciencia, resolviendo todas mis dudas y tranquilizando mis miedos. Me detalló cómo se colocaría el implante de titanio en el hueso, el tiempo de osteointegración (ese periodo clave donde el implante se fusiona con el hueso) y, finalmente, la colocación de la corona.
El día de la cirugía llegó. Estaba nervioso, claro, pero el equipo de la clínica hizo un trabajo excepcional para que me sintiera cómodo y relajado. La intervención fue mucho más llevadera de lo que había imaginado. Gracias a la anestesia local, no sentí dolor, solo una ligera presión. El postoperatorio fue igualmente manejable, con algunas molestias leves que cedieron con la medicación pautada.
Las semanas siguientes fueron de espera y paciencia, permitiendo que la naturaleza hiciera su trabajo y el implante se integrara firmemente. Acudía a las revisiones periódicas y veía cómo todo avanzaba según lo previsto. La espera valió la pena. Cuando finalmente colocaron la corona, me miré al espejo y la emoción me invadió. ¡Ahí estaba de nuevo! Mi sonrisa completa, natural, como si nunca hubiera faltado esa pieza.
Hoy, miro atrás y sé que tomar la decisión de ponerme implantes de dientes en Lugo fue una de las mejores cosas que pude hacer por mí. No solo recuperé la capacidad de comer sin restricciones y hablar con total normalidad, sino que, lo más importante, recuperé la confianza en mí mismo. Volver a sonreír sin complejos en mi querida Lugo no tiene precio. Si estás en una situación similar, te animo a informarte y dar el paso. Para mí, significó recuperar una parte esencial de mí mismo.