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La limpieza de canalones Santiago de Compostela se convierte en uno de esos asuntos a los que solemos prestar atención cuando vemos una gotera o el agua desbordando por donde no debería. Aun así, es algo que merece un poco de cariño preventivo para ahorrarnos sustos en el futuro. Cuando las hojas se acumulan sin piedad, la suciedad se pega a los bordes y el musgo decide acampar a sus anchas, llega el momento de ponerse manos a la obra. O, si preferimos tomar un café mientras alguien más se encarga, de llamar a profesionales que sepan qué hacer sin liarla en el tejado.

A veces, uno no se imagina la cantidad de porquería que puede llegar a estancarse en esos canalones. Entre las ramas que arrastra el viento, los restos de las palomas que tienen su fiesta particular y el polvo que se pega con la humedad, se forma una mezcla digna de cualquier programa de supervivencia. Y todo eso termina dificultando el flujo normal del agua cuando llueve. El problema es que, si el agua no fluye como es debido, acaba buscando otros caminos: filtra en la pared, se cuela en el techo o gotea en la fachada, así que no es un simple capricho de limpieza, sino una cuestión de proteger la estructura de tu casa.

El primer paso suele ser observar si tenemos un acceso seguro al tejado o a la zona donde están los canalones. Subir sin la equipación correcta puede jugar en nuestra contra. Lo peor es que, encima de no saber bien lo que hacemos, podríamos tambalearnos en una escalera inestable. Nadie quiere un coscorrón de esa categoría. Si uno se decide a hacerlo por cuenta propia, conviene colocar la escalera firmemente y echar un vistazo al estado de los canalones antes de meter la mano. A veces, con una manguera de presión moderada o con un cubo y una pequeña herramienta, se puede ir removiendo el sedimento y limpiando los restos que se quedan atrapados.

Hay que ir con cuidado de no dañar la estructura. Si los canalones son de metal, puede ocurrir que tengan óxido en alguna parte, y si son plásticos, se corre el riesgo de romperlos si se ejerce demasiada fuerza. Un pequeño desliz puede empeorar la situación, transformando una simple limpieza en una rotura que requiera un cambio completo. Además, la atención a la parte donde los canalones se unen con el tejado resulta esencial, ya que ahí se acumula más humedad y puede surgir musgo que afecte tanto al propio canalón como a las tejas.

Merece la pena revisar el estado de las juntas y de los anclajes para ver si se han aflojado con el paso del tiempo. Un canalón suelto o con una fijación debilitada puede terminar venciendo ante un chaparrón. No es la mejor situación descubrir que tu canalón se ha convertido en un tobogán improvisado para el agua en plena tormenta. Por eso, usar un sellador apropiado en las juntas o revisar que los tornillos estén en su sitio es parte del cuidado rutinario.

Es increíble cómo, una vez retiradas las hojas y el resto de suciedad, el agua vuelve a correr como si nada. Esa sensación de ver cómo el líquido fluye libremente permite dormir tranquilo sabiendo que las paredes no van a salir empapadas en la siguiente lluvia. Si se desea, se puede aplicar algún producto que retarde la aparición de musgo o algas, especialmente en zonas propensas a la humedad permanente. Claro que eso depende del clima local y de la inclinación del tejado, pero a menudo es un buen añadido a la rutina de mantenimiento.

La parte positiva es que este proceso no tiene por qué convertirse en una odisea infinita. Con un poco de maña, algo de tiempo y una buena disposición, la limpieza se realiza con cierta agilidad. Y si en lugar de aventurarse a subir escaleras y pasadizos estrechos preferimos la comodidad, siempre hay profesionales que se encargan de garantizar un resultado impecable sin riesgo de accidentes. De este modo, uno se quita la incertidumbre y se asegura de que la casa continúe luciendo bien y mantenga su solidez estructural.

Nunca está de más incorporar este hábito en las revisiones generales del hogar, del mismo modo que comprobamos la caldera o el estado de la pintura exterior. Al fin y al cabo, un par de horas dedicadas a mantener los canalones en buen estado se traducen en muchas menos molestias, gastos imprevistos y charcos indeseados en el interior. La sensación de mirar el cielo gris plomizo de invierno y saber que, aunque caiga un buen chaparrón, el agua correrá como debe, es todo un gustazo para el propietario precavido.