La fotocerámica o fotonicho es un servicio común en crematorios, Tanatorio Zamora y otros establecimientos del sector funerario. Consiste en la incrustación permanente del retrato de la persona fenecida en vajillas, adornos y otros soportes de porcelana, cerámica y materiales similares. De este modo, los familiares conservan un recuerdo visual de la persona fallecida con el que pueden acompañar, por ejemplo, la urna funeraria.
A mediados del siglo XIX, el francés Lafon de Camarsac logró trasladar una imagen fotográfica a una superficie de cerámica. Los sucesivos avances y evoluciones de este descubrimiento dieron lugar a lo que hoy conocemos como fotocerámica, que hoy se utiliza incluso para agregar a nichos y lápidas la imagen del difunto.
Respecto al funcionamiento de la fotocerámica, este proceso emplea altísimas temperaturas para trasladar una imagen a un soporte de cerámica mediante la impresión vitrificada. En entornos al aire libre, la imagen permanece expuesta a las inclemencias meteorológicas, razón por la que suele aplicarse una capa de barniz, capaz de soportar los efectos del paso del tiempo.
La demanda de fotocerámicas se explica por sus múltiples beneficios, como la personalización de la lápida funeraria, que permite distinguirla del resto y mostrar así un mayor respeto y cariño hacia el ser querido. La limpieza y mantenimiento de las obras vitrificadas es fácil y no supone grandes molestias para los familiares.
Disponer de imágenes fotocerámicas ayuda a mantener a ese allegado presente en la memoria, de una forma más tangible que un simple álbum o cuadro. Acompañada con este detalle, el jarrón funerario no será un mero recipiente de cenizas, sino que mostrará en lugar visible a la persona que las representa.
Desde una óptica más espiritual, la ‘eternidad’ de la persona amada será mayor si su imagen está presente en la lápida, de acuerdo con una serie de creencias milenarias.